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  • Alain Esaic

Actualizado: 6 abr


Estas son las noches

que marcan su comienzo 

detrás detrás de las rejas y las trinitarias.

Estas noches en el redil rumiado,

de ala sin ojo;

el silencio desune

a raíz de los extremos.


Son noches faroles 

enganchados contra la pared colonial,

son sereno de lluvia, gemido,

la luz enconchándose de a poco 

recorre grandes distancias,

y son pequeñas en comparación

con la distancia que toma el olvido.


De noche sobra el brillo;

todo es víspera, núbil fiebre

y el meridiano colapsa 

en un orgasmo dilatorio:

nombre perenne, canción dulce.


Estas noches traen

parábolas de esquina,

rodeos de sillas,

voces roncas y turbulentas;

zumbidos tristes,

mapas roídos,

constelaciones abiertas

al sonsonete del cielo.


La noche hace de cueva

porque nos nace otro cuerpo:

la piedra despedida, el fin introvertido,

mesura de los vientos.


Estas noches rompen anestesiadas,

toman el asiento de lo acontecido, 

los números agrupados en su esquina,

las servilletas dobladas, la luz demudada:

y fieras que somos

Como los guijarros

saltamos a una mar de colores.


hasta que quedamos solos nuevamente

solos en la morada del estío

sobre la orilla difusa de una mirada

atentos a la emisión de los satélites,

a la sombrilla caída,,

a las historias irrisorias

en contención de gaviotas

y organización de archivo.


Estas noches imprecisas traen consigo  

lugares densos,

lugares tensos, quizás.


Quizás traen la soledad proscrita,

incomunicable.

Vo resabiada

la noche se desprende

de la apariencia

y está vestida con la suma de su incertidumbre.

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  • José Laboy
Reseña: Día 16
Por José R. Colón Laboy

Fotografía / Video:​ Ricardo Alcaraz, Raquel Vázquez y Desireé Cruz
 

Con una sugerente propuesta que aborda la persistencia de la violencia hacia la mujer en

nuestra sociedad, el pasado mes se presentó la pieza teatral Día 16, del dramaturgo

Federico Roca. La reciente adaptación fue dirigida por el bailarín y coreógrafo puertorriqueño

Jaime Maldonado, con el apoyo de la productora Teatro Público. La obra volvió a escenarios por

cuarta ocasión, los días 24, 25 y 26 de marzo de 2023, como parte del 2do Festival de Teatro de

la Mujer celebrado en el Teatro Braulio Castillo de Bayamón. Día 16 es producto de un proceso

multidisciplinario de composición entre el grupo de teatristas y el equipo creativo liderado por

Maldonado, un llamado de conciencia en respuesta al incremento de la violencia machista en

Puerto Rico. Haciendo uso de las estrategias del teatro político, de clara influencia brechtiana, la

pieza experimental sumerge a la audiencia en un espacio de denuncia y catarsis colectiva.

Aunque se estrenó en la isla en 2019, esta no solo mantiene su fuerza emotiva, sino también una

gran vigencia, especialmente si se tiene en cuenta la alarmante cifra de feminicidios y casos de

violencia por razones de género en nuestro país.


Día 16 es obra original del escritor uruguayo Federico Roca, cuyo manuscrito obtuvo el

Premio Florencio al mejor texto de autor nacional en 2016, otorgado por la Asociación de

Críticos Teatrales del Uruguay. Al igual que otros trabajos de su autoría, la pieza se inspira en

casos verídicos de violencia machista e integra una polifonía de voces y discursos para dar parte

de esta trágica realidad en su país natal. Con la nueva puesta escénica del texto de Roca, Jaime

Maldonado y su multifacético elenco se unen a las voces de alerta, reiterando su compromiso con

esta crisis compartida. El resultado es una pieza que logra traducirse sin problemas al contexto

caribeño, dada la preocupante situación de los cuerpos feminizados en Puerto Rico y la

complicidad de las estructuras políticas en el encubrimiento de los crímenes hacia la mujer. Los

desgarradores testimonios de personas victimizadas que se presentaron ofrecen escalofriantes

paralelismos con nuestro país y el estado de emergencia que viven muchas mujeres. En adición,

esta adaptación incluyó un monólogo escrito por una de las actrices, Roberta Acosta, en el cual

se reflexiona sobre los recientes ataques hacia personas transgénero en la isla. Esta contribución, proveniente de una intérprete de experiencia trans, brindó una perspectiva necesaria acerca de

otros modos en que se manifiesta la violencia machista.


Trabajar para la erradicación de este problema transnacional requiere una mirada hacia el

interior, honesta y dolorosa, de la historia familiar y la sociedad que nos ha constituido y que

navegamos. Las excepcionales interpretaciones del conjunto de actores, constituido por Roberta

Acosta, Luismi Domínguez, Thaís González, Karlo Martínez, Gabriel McRoberts, Paola Torres y

Gabriel Rivera, fueron claves para que la audiencia entrara en contacto con ese lado íntimo y

vulnerable. Pese a un montaje complejo en el que cada artista interpretó varios papeles, los

actores se percibieron cómodos, en completa sintonía, manteniendo el ritmo de las acciones

dramáticas y la intensidad de la pieza.


La estructura episódica de Día 16 osciló entre el dramatismo y la parodia, entregando a cada intérprete oportunidades para demostrar sus capacidades y versatilidad. Actoralmente, lograron transmitir mediante el cuerpo, los gestos y la voz, las complicadas emociones que se desprendían de las experiencias relatadas. Además, subrayamos la excelente labor de teatro físico realizada por los actores. Las instancias en las que se incorporaron composiciones de movimiento fueron efectivas y lucieron depuradas. Entre estos momentos, destaca la divertida coreografía “circense” con la vara de la tramoya, cocreada por Karlo Martínez y Gabriel McRoberts.


El diseño escenográfico y la utilería de Día 16 estuvo a cargo de Margarita Sánchez. La

obra exhibió una escenografía funcional y “al desnudo”, apropiada para esta puesta en escena

experimental en la que se adoptaron elementos de la danza y la música. De naturaleza

antirrealista, el escenario se mantuvo libre de mobiliario, lo cual facilitó el tránsito y la

experimentación coreográfica de los actores. No obstante, el espacio escénico no se limitó al

escenario, sino que tanto el área tras bastidores como el auditorio formaron parte de los espacios

donde ocurrieron los hechos teatrales, aportando una sensación de incertidumbre y sorpresa a lo

largo del espectáculo. Asimismo, esta “desnudez” escenográfica, alejada de los artilugios que

suelen ser la norma en otros tipos de teatro, ayudó a enfocar la atención de la audiencia sobre los

crímenes relatados y los actores, que encarnaban cual médiums, dichas historias.


Por su parte, la utilería también jugó un rol destacado en Día 16. Diversos objetos

escénicos fueron utilizados para construir imágenes metafóricas que simbolizaban

manifestaciones de la violencia de género, sin necesidad de representar propiamente actos violentos o agresiones físicas. Entre estos, elementos como agua y toallas aparecieron una y otra

vez en la pieza, símbolos de la violencia y la inocencia perdida. Igualmente, una de las imágenes

más impactantes de toda la obra involucró el ingenioso uso de un soplador de hojas encendido

por parte de Gabriel Rivera, con el que se sugieren las consecuencias físicas y emocionales del

acoso.


Es preciso mencionar que momentos escénicos como el descrito anteriormente fueron

potenciados por un inteligente uso de la iluminación, cuyo diseño fue elaborado por Angelina

Rodríguez. Como para aludir al duelo, en la pieza predominó la oscuridad. A grandes rasgos, la

iluminación se empleó con dos propósitos: realizar transiciones entre escenas y crear imágenes

teatrales mediante el juego con los focos de luz. Sobre esto último, en múltiples ocasiones se

manipularon las tramoyas del teatro, por ejemplo, bajándolas justo en medio del escenario o

subiéndolas, para crear composiciones y situaciones inesperadas entre los cuerpos y la

iluminación, invitando interesantes oportunidades de experimentación con este código teatral.


Dejando de lado cualquier interés en hacer representaciones fieles que guarden estricta

relación con las historias relatadas, el vestuario de Día 16, de Desirée Cruz, fue igual para todos

los intérpretes. La holgada combinación de camiseta gris y pantalón crema tomó en cuenta la

movilidad de los actores, considerando el trabajo físico que se realizó durante el espectáculo.

Mas, al seleccionar un vestuario similar para todo el elenco, se intentaron atenuar las

características físicas concebidas como marcadores de identidad. Este diseño antirrealista sugiere

que la violencia de género no es una cuestión que afecta estrictamente a las mujeres, sino que, en

realidad, todos somos víctimas de la maquinaria del machismo, sin importar el género con el que

nos identifiquemos ni cómo vistamos.


Otro elemento destacable fue la música, con la participación de Gabriel Rivera en el

diseño sonoro. En varios episodios divertidísimos se incorporó la música en vivo, ya sea con

instrumentos tradicionales como el piano, con una batería improvisada con materiales reciclados

o al son percusivo de las nalgas de uno de los teatristas. También, la voz estuvo presente al

principio y al final de la pieza, con dos canciones interpretadas por Raquel Vázquez, cuyas letras

devienen una declaración apremiante contra la violencia.


Una pieza tanto urgente como pertinente, la adaptación de Día 16 demuestra el talento y

gran compromiso de este grupo de jóvenes artistas. Con descarnada honestidad, el colectivo propone un espacio de reflexión y sanación para un país asediado por la violencia machista. El

pasado domingo, al concluir la última presentación, el público partía estremecido por la

vulnerabilidad de la que habían sido testigos. Esta pieza ha sido una muestra fehaciente de la

necesidad y el poder de este tipo de teatro, así como de las descargas creativas que surgen

cuando se juntan nuestros jóvenes artistas.

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  • Alain Esaic

Basado en teorías religiosas vigentes.





Escritura asémica (sharpie y bolígrafo), recortes de poemas,.
En rigor nada

"¡las llamas de la imaginación!"

-V. Piñera


Doña Angelina hoy me sentenció a las pailas del infierno.


En realidad, no tenía nada que ver conmigo personalmente; se refería en general a la población inoculada a causa del coronavirus (las otras vacunas, al parecer, San Pedro no las tomará en consideración).


Veinte minutos pasaron, fácil, y ella dale que es tarde con que los vacunados no tendrán remedio; abrí la puerta a su opinión al respecto cuando le pedí que me velara la guagua al lado de su hogar porque iba a bajar unos cocos que quedan cerca.


No me fui de allí sin que antes me dejara claro que la vacuna, aparte de ser la marca de la bestia referida por el apóstol Juan en Apocalipsis 13, es una herramienta mediante la cual el Estado ejerce su vigilancia sobre la población. Gracias a la vacuna, el Gobierno sabe dónde estamos, qué decimos, qué pensamos e incluso "cuándo sostenemos relaciones íntimas con la pareja".


He querido llevarle la contraria y decirle que eso en realidad es el Whatsapp, pero preferí mantenerme en silencio por respeto a su mayoría de edad.


Doña Angelina tiene la mayor certeza de que la cura del COVID radica en un mejunje que ella prepara hecho de jengibre, cebolla y limón. Desafortunadamente, este no surte efecto en la gente vacunada, quienes definitiva y absolutamente no tendrán salvación. Doña Angelina, qué condiciones tendrá...


Yo pensando acá, en el infierno nos encontraremos la mayoría de los profesionales de industria del sector público y privado (educación, comercio, salud...). También entrarán los estudiantes universitarios y los niños que fueron llevados a los centros por sus padres y encargados. Su visión de cómo obra Dios me ha remitido a cuando le preguntaba a las monjas del colegio a dónde iban los budistas o quienes nunca tuvieron oportunidad de conocer la fe. "No tienen remedio", esa era la respuesta, por lo general. Probablemente eran más empáticas de cómo las recuerdo. Y yo como que "coño, con tanta hijoepu en la calle... Se arrepienten a última hora y quedan bien, pobres budistas".


Anyways, me preocupaba esto del infierno y he pensado lo siguiente: se prevé, naturalmente, una baja en el analfabetismo de los condenados, huelgas a favor de planes médicos y dentales, 401k, educación gratuita, pensión, seguros, PAN, reclamaciones de beneficios por desempleo, the societal works. Abrirán otro círculo para artistas que no creen conforme a los códigos de la moral nueva y su lenguaje actualizado. El infierno tendrá, sin duda, un aspecto occidental.


Ya me veo figurando entre la fila de maestros e imagino que no podrían faltar algunas cosillas, como proyecciones de estudiantes "malos", solo porque amenazaban la contratación.


Tampoco deberán faltar algunos directores, sus evaluaciones semestrales, la demanda de los planes y los acosos sutiles que ante el rechazo iban seguidos por discursos disciplinarios o la necesidad de establecer pruebas de dopaje —bien fuera de contexto— en todas las instituciones. En cuestiones de hacinamiento, los demonios se inspirarán viendo cómo eran los aulas aquí en la Tierra.


En cambio, según esta teoría (y mi experiencia), el reino celestial se verá ocupado por bitcoiners, agricultores marginales, defensores de los derechos del cuerpo, conspiradores, republicanos estadounidenses fervorosamente religiosos, magos... No habrá ausencia de sermones ni de epilepsias inspiradas en el gozo del alma.

Al menos podrá entrar esa gran mayoría que compone la pobreza del mundo, aquella que no tiene acceso a la medicina occidental porque los caminos de Dios son tan misteriosos como las 30,000 letras del genoma del virus, el cual muy probablemente esconde el verdadero Nombre Divino.


Doña Angelina, por cierto, no forma parte de ese sector de la población que no tiene acceso a la vacuna; vive sola en una región "caliente" al lado del cementerio de la playa. Ella decidió no vacunarse porque ha leído lo suficiente. De hecho, ha leído demasiado.


Ella que fue el escarnio de las hermanas de su primer marido, acusada de hacerle ojitos al pastor en la iglesia a que asistían en cierta provincia mexicana; se mudó a Puerto Rico cuando contrajo matrimonio con un coameño "buen mozo", luego de que su primer marido la echara de la casa tildándola de puta.


Pero antes, había tenido hijos con ella y hoy la doña escribe mensajes de Whatsapp a su familia vacunada en California, sentada en el trono de su mecedera, vociferando y pregonando el fin de los tiempos, enviando a medio mundo, incluyendo su familia, su ex-marido y a mí —un desconocido—, a las pailas del infierno.


Hay ira y retribución en la voz de aquellos labios arrugados, de los ojos añejados en un aire punitivo tras los barrotes de una casa desvencijada en donde vive enclaustrada desde que enviudó hace quince años.


No siento pena ni particular admiración por doña Angelina. Quizás un poco curiosidad sobre su vida. Tampoco podría decir que soy creyente de las profecías que me ha dicho. Sin embargo, admito que escuchándola durante aquel rato, aprendí algo o pienso que lo aprendí ahí con ella.


Mientras ella emitía su discurso, sentí como un escalofrío que me subió por la lumbar y se me alojó en la nuca, un nerviosismo que me tenía tenso. Sospecho que eso debió haber sido, aunque fuera un poquito, aquel infierno que invocaba a viva voz. Me induce a pensar que el infierno no es propiamente un sitio, sino algo que llevamos dentro, en el lenguaje, en el corazón, en la piel o en la conciencia; es enteramente posible transmitirlo, aunque sea como una sombra. Para arder, solo hace falta convicción o sospecha.

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